Granada II





La tarde me invade y me envuelve con esa suave luz que acaricia mi rostro. La chimenea chisporrotea y su calor recuerda al olor del café recién hecho, a pies mojados por los charcos de lluvia, a mesa de camilla en el frío invierno...
Descanso en el sofá; el tiempo parece haberse detenido. El aroma de tu piel me transporta de repente a universos de flores de colores y música suave. Con dulzura te acurrucas a mi lado; nuestros pies saludan al sol que se adormece, tras la ventana, y se hablan en ese lenguaje único de caricias y amor contenido. Me das un beso en la mejilla y otro con tu mirada que sabe aún mejor. Mis labios te devuelven tu sonrisa mientras te enredas en mi cuerpo buscando el calor de un sentido abrazo. Mis ojos se llenan de un brillo diferente, emocionado, reflejo de tu mirada. Mis manos se llenan de tu delicado cabello, de la suave piel de tu rostro y mis dedos se deslizan por tus labios, rodeados por tus dulces besos.
Allá a lo lejos, La Torre del agua -con su voz cargada de historia- nos susurra al oído y nos habla de mil y una noches de amores pasados que, a sus pies, recorrieron el Paseo de los Tristes cogidos de la mano, como hiciéramos tú y yo aquella mañana. Cerrando los ojos, te entregas al vaivén de la respiración en mi pecho. Y así, abrazados, nos entregamos a la tarde, en el silencio de nuestro amor. No se podría pedir nada más…o tal vez sí; que este momento durara siempre.
Mas llega la noche y, ya en la alcoba, la silueta de tu cuerpo desnudo al contraluz de la ventana se transforma en la más bella Sultana, envuelta en velos de incienso que se desvanecen en la danza de ese vientre que tanto deseo. Te tengo a mi lado y no puedo dejar de mirarte…estás tan linda en la noche. Mi boca buscando tu boca, mis labios buscando tus labios, mi lengua buscando tu lengua. Fundiéndose en un fiero lance que al poco se torna una dulce batalla de amor contenido, pasión, desenfreno. Te muerdo los labios, mi lengua curiosa recorre tu boca, tal vez como el niño que por vez primera descubre una cueva.
Mis manos dejaron tu pelo, se van deslizando sintiendo en su piel la más suave en tu rostro. Y llegando a tu pecho, temblando, con calma, no hay prisas, te van deshojando, dejando entrever a la flor mas hermosa, la piel de tu cuerpo, aquel fruto prohibido que habita en mi mente. Y quisiera pecar, si pecar es amarte. Mis labios dejaron la humedad caliente en que estaban inmersos; llegando a tu cuello me invade un delirio que eriza mi piel, acelera mi pulso, sintiendo en mi cuerpo tu cuerpo temblar, que ahora se torna en un arpa en el cual se deslizan mis dedos en círculos locos de amor y deseo; y al ritmo de esta sinfonía delirante rodeo tu cuerpo, sintiéndote mía; yo ya soy tuyo.
Mis labios siguen queriendo saber de tu cuerpo, tus manos, tu pecho, tu espalda, tu vientre, ¡qué locura! No quieren que ni un solo poro se pierda en el dulce camino que lleva tu aroma. Te beso, te beso, tu piel se desliza en mi boca sedienta de tu manantial de cariño, ternura. Tendido en la fuente de vida te miro y descubro una suave sonrisa que se desdibuja en el aire que tan solo llena tu esencia. No quiero y no puedo seguir sin que estés a mi lado, impregnando la noche, mi noche, tu noche.
Contemplo nuestras sombras en la pared, haciéndose el amor, bailando caprichosamente al ritmo de la juguetona y suave luz de una vela perfumada que ilumina nuestros cuerpos en la noche, rodeados por el frenesí de esta música que en el aire se mezcla y abraza con nuestra pasión desmedida, a los pies de la Alhambra, bajo la mirada de una Luna que suspira por Granada, al igual que nuestros corazones, que un día quedaron por siempre atrapados en sus calles y rincones...y un nuevo amanecer, desnudos, envueltos en el frescor de la mañana, abrazados junto a la ventana, contemplando el nevado pico de nuestro Veleta.